Aquí dejo unas letras de lo que pretendí que fuera el prólogo de mi libro "Introducción a la Musicoterapia", obra que esboza la trayectoria histórica de la musicoterapia, ciencia tan joven en el ámbito académico, como antigua en el campo aplicado, desde sus primeros pasos hasta el momento actual; y presenta una panorámica general de las posibilidades que esta disciplina ofrece a día de hoy.
…Y entonces llegó Ella.
Tan sólo con siete soldados invadió todo mi ser, inundándome al completo y jugando a su antojo con mis estados de ánimo. Traté de domesticarla con mis armas, intentando reducirla con las teclas de mi piano a sonidos simples y ordenados, encerrados en virtuosos estudios de Chopin.
Mas Ella poderosa luchaba por salir, liberarse de su encierro y expresarse bella, pura en esencia, mostrándose en todo su esplendor.
Mi cuerpo apenas se resistía ante las innumerables combinaciones de aquellos siete, que generaban en mí sensaciones, sentimientos y emociones de manera incomprensible, pasional e inevitable.Al fin llegó la fusión: el equilibrio al entender que Ella nunca aceptaría ser privada de su naturaleza salvaje y que seguiría penetrando con sus sonidos hasta el lugar más recóndito de mi intimidad sin el permiso, siempre cauto de la razón, abriendo puertas de desconocida existencia para mí.
Pero así es la música; que se apodera de uno sin quererlo mientras los dedos distraídos tocan un acorde y la cabeza se entretiene leyendo un pentagrama.
Sólo entonces emerge Ella desde lo más profundo del instinto, generando esa pasión que no deja indiferente a quién la escucha.
Ya relajada, tranquila de haber entendido y pensaba, “controlado”, esta situación, escucho un ritmo a lo lejos que despierta en mí un escalofrío y tensa todos los músculos de mi cuerpo.
…Y entonces llegó Él.
El baile como representación de Ella, que de nuevo invadió mi alma.
Me dejé vencer así por Ella, asumiendo que siempre estaría por encima de mi racionalidad:
Indomable, pulsional, bella
…Y entonces llegó Ella.
Tan sólo con siete soldados invadió todo mi ser, inundándome al completo y jugando a su antojo con mis estados de ánimo. Traté de domesticarla con mis armas, intentando reducirla con las teclas de mi piano a sonidos simples y ordenados, encerrados en virtuosos estudios de Chopin.
Mas Ella poderosa luchaba por salir, liberarse de su encierro y expresarse bella, pura en esencia, mostrándose en todo su esplendor.
Mi cuerpo apenas se resistía ante las innumerables combinaciones de aquellos siete, que generaban en mí sensaciones, sentimientos y emociones de manera incomprensible, pasional e inevitable.Al fin llegó la fusión: el equilibrio al entender que Ella nunca aceptaría ser privada de su naturaleza salvaje y que seguiría penetrando con sus sonidos hasta el lugar más recóndito de mi intimidad sin el permiso, siempre cauto de la razón, abriendo puertas de desconocida existencia para mí.
Pero así es la música; que se apodera de uno sin quererlo mientras los dedos distraídos tocan un acorde y la cabeza se entretiene leyendo un pentagrama.
Sólo entonces emerge Ella desde lo más profundo del instinto, generando esa pasión que no deja indiferente a quién la escucha.
Ya relajada, tranquila de haber entendido y pensaba, “controlado”, esta situación, escucho un ritmo a lo lejos que despierta en mí un escalofrío y tensa todos los músculos de mi cuerpo.
…Y entonces llegó Él.
El baile como representación de Ella, que de nuevo invadió mi alma.
Me dejé vencer así por Ella, asumiendo que siempre estaría por encima de mi racionalidad:
Indomable, pulsional, bella
