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El baile de la vida


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No puedo dejar de escuchar esa música...¿Cuántas melodías habré oído a lo largo del día? Probablemente muchas: las canciones de los anuncios, la radio, la sintonía que anticipa la llegada del tren... Pero únicamente ésa me ha erizado la piel y me ha acelerado el corazón. 
No sucede tan a menudo, pero de cuando en cuando aparecen agentes externos que de alguna forma conectan con la parte más íntima y profunda de nuestro ser: te hacen vibrar sintiendo que ése es exactamente el lugar en el que debes estar. Puede ser una canciòn, o un espacio en la naturaleza o tal vez una persona que inexplicablemente camina a tu lado en una silenciosa sintonía.
No sabría precisar con cuántas personas he bailado a lo largo de la vida, ni siquiera podría realizar un cálculo estimado al respecto. Lo que sí recuerdo nítidamente en mi memoria son esos momentos especiales y personas con las que he sentido un entendimiento pleno, sensación que frecuentemente concluye cuando termina el baile.
Hablo de una conexión irracional que nada tiene que ver con el nivel ni la técnica de la danza. Y el concepto de baile puede usarse de un modo metafórico y ampliarse a otros aspectos de la vida.
Son esas "mariposas en el estómago"que algunos llaman amor. Hay quién le dice "química" mientras las mentes más analíticas y científicas buscarán explicaciones en la relación del sistema límbico neurológico con la música y la regulación emocional.

Yo prefiero verlo como el motor que nos impulsa, nuestra fuente de energía; porque esas pequeñas o grandes conexiones son las que me mueven y me guían, señalando con su luz el buen camino y haciéndome sentir que formo parte de un "todo".

Después de ejercer durante años como terapeuta he observado que existe un miedo compartido por much@s: miedo a escuchar la música.
Pero no la música que yo pudiera ofrecer como terapeuta, sino la música que viene de dentro, ésa que te hace vibrar y sentir vivo, la que te ayuda a tomar decisiones basadas en tu yo interior.

Creo firmemente que hay dos pautas importantes a seguir para poder vivir en paz con uno mismo:
Aprender a escuchar la propia música y reconocer valientemente el final, evitando los torpes intentos de alargar el baile cuando la música ha cesado.

Coincidir, ese lujo; Conectar, ese milagro...